viernes, 10 de agosto de 2012


Museo de la Historia de la Computadora.

La experiencia empieza antes de llegar al museo: el camino más corto para ir es atravesar los cuarteles centrales de Microsoft. Una vez allí, al comprar la entrada, uno la paga con gusto. Tienen tres paquetes posibles: el normal, que incluye sólo la entrada, el Super Geek, que incluye la entrada, un pin y una remera, y el Total Geek, que agrega a este último un poster sobre la evolución de los lenguajes de programación. En ese momento uno deja de hacer cuentas con el dólar, oficial, el blu, el contado liqui o lo que sea, y paga el ultrageek con una sonrisa de oreja a oreja.

El circuito del museo está organizado como una línea temporal que lleva al visitante a entender que las computadoras están lejos de ser un fenómeno de los años 80’s. En la entrada al circuito se nota algo raro en la música funcional, prestando un poco de atención uno se da cuenta que es el ruido a los viejos módems telefónicos que retrotraen a los de más de 30 a las buenas épocas de los BBS (Basic Board Systems). Ese único detalle ya hace que la entrada se pague sola.

Huesos de Napier
Sin embargo, el museo tiene mucho más para dar. En las primeras muestras expone tablas de cálculo y máquinas mecánicas de lo más estrambóticas para optimizar su uso. Sigue así hasta llegar a una de las reliquias más interesantes: una tabla de “huesos de Napier” original. Con un método simple y una tabla bien diseñada permite hacer multiplicaciones enormes en muy poco tiempo y, por lo tanto, también facilita las divisiones, exponenciaciones y búsqueda de raíces. Para darse una idea temporal de la antigüedad de este método, Napier falleció en 1617.

Al lado, y casi sin respiro, salta a una máquina de Babbage original. Este buen hombre, en el s. XIX inventó un mecanismo para encontrar raíces de polinomios de alto grado usando un par de engranajes y mucha creatividad. Esta máquina, bautizada Máquina de Babbage, es reconocida como la primera computadora que existió ya que no requería intervención humana en las cuentas que hacía. Sólo requería mover una palanca para hacer funcionar los engranajes. Como si esto fuera poco, en el museo se hacen demostraciones mostrando como funciona y explicando al detalle los mecanismos internos.

Siguiendo con la historia se pasa por las viejas tarjetas perforadas, el inicio de IBM y algunas ideas más hasta llegar a la siguiente perla del museo: la máquina Enigma al lado de la máquina Colossus. Enigma es la máquina de cifrado del Ejército Alemán que dio tantos dolores de cabeza a la Armada Británica, mientras que Colussus es la primera computadora a válvula idea para el gran Alan Turing que logró romper el código de cifrado asegurando la victoria aliada.

Máquina Enigma
Más acá en el tiempo, se pueden ver máquinas de Atanasoff, circuitos de la serie MARK entre otras reliquias importantes. Otra parte interesante surge cuando empieza la era de las super computadoras, ya saltando a mediados de los 90’s. Lo más interesante es que muestra procesadores no impresos (en vez de chips, embrollos de cables) que en el 95 era parte de una supercomputadora, con un poder de cálculo de 1.5GHz. Casi lo que se puede encontrar en un teléfono celular de hoy en día.

Hay también stands dedicados a la era multimedia, a la era de las consolas de videojuegos (donde a los nostálgicos se les puede caer una lágrima viendo un Colleco Vision o un arcade con el PacMan),  otros dedicados a interfaces hombre-máquina, donde muestra al bisabuelo del mouse, de los años 60’s, entre un sinfín de hitos que marcaron el rumbo de la informática actual.

Más allá de las piezas de colección que, sin duda, son invaluables y dignas de ser conservadas, este museo muestra también la realidad de la ley de Moore, haciendo notar el aceleramiento en el que está inmersa la tecnología  de la información.

El museo termina con un gran cartel que dice "What's next?" (¿Qué sigue?). Nosotros seguimos, es mi respuesta.

Alejandro Repetto
@ajmrepetto

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